Semana Santa: La empresa y el desarrollo espiritual de los colaboradores – Enrique Cruz
Hoy hemos concluido la Semana Santa con la alegría de que Jesús ha resucitado. Ésta es una de las festividades más significativas para los cristianos. Nos invita a revivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, con varios ritos que se celebran dentro de esta semana, como Domingo de Ramos, la Última Cena o el Viacrucis. Es un momento de recogimiento, reflexión y sentido trascendente que nos llama a mirar más allá de lo cotidiano y volver la mirada a lo esencial.
Cada vez cobra mayor sentido reflexionar sobre cómo compatibilizar los objetivos empresariales y las necesidades productivas del país con el respeto a la dimensión espiritual de las personas, particularmente en el mundo del trabajo.
Esta reflexión no es menor si consideramos que la empresa, en tanto comunidad de personas, tiene un rol fundamental en promover el desarrollo integral de quienes la conforman. Ese desarrollo no se limita únicamente a lo material, social o cultural: también debe incluir la dimensión espiritual, esa fuente profunda de sentido, motivación y compromiso. Sin embargo, esta dimensión suele ser la gran olvidada al momento de pensar en el bienestar de los trabajadores. Por eso, celebraciones como la Semana Santa nos ofrecen una oportunidad privilegiada para volver a poner este tema sobre la mesa. ¿Cuántas veces, como líderes u organizaciones, nos hemos detenido realmente a pensar en ello?
La libertad religiosa y las prácticas de fe son un derecho que debe ser reconocido y promovido en todos los ámbitos de la vida, incluido el laboral. Las empresas no solo tienen que garantizar espacios para ello, sino también valorar su real significado y fomentarlo activamente. Para esto es necesario conocer más a nuestros trabajadores, sus intereses, sus proyectos personales y sus motivaciones religiosas o de fe.
Cuando una persona puede desarrollarse integralmente -espiritual, humana y profesionalmente-, no solo se beneficia ella, sino que también la empresa y, en última instancia, la sociedad entera. Las empresas que consideran esta realidad generan mayor compromiso, sentido de pertenencia y, por lo tanto, mejores resultados. En resumen, gana la persona, gana la empresa, ganamos todos.
La sostenibilidad requiere de alguna manera hacerse cargo de las necesidades de los públicos de interés o stakeholders, y dentro de éstos, los trabajadores son el principal. Promover el desarrollo espiritual de ellos no es invadir la privacidad, sino que es fomentar algo muy importante para la felicidad propia del trabajador y consecuentemente para el éxito de la empresa.
El reconocimiento de las fiestas religiosas y del derecho del trabajador a participar en ellas, más allá de la normativa legal, constituye una oportunidad para que las organizaciones pongan en el centro a la persona y su derecho a vivir coherentemente su fe y espiritualidad. Esto no solo fortalece la dignidad del trabajador, sino que también construye comunidades laborales más humanas, respetuosas y comprometidas. Así podremos contar con más empresas que además de ser altamente productivas, sean plenamente humanas y socialmente responsables.
En esta Pascua de Resurrección, nuestra invitación es a promover buenas prácticas que reconozcan y fomenten el desarrollo integral de los colaboradores, incluida su dimensión espiritual, como parte de una cultura organizacional centrada en la persona.
Columna publicada el domingo 20 de abril de 2025 en El Líbero.