18 Jul 2020

Pedir perdón y hacer el bien – Mons. Fernando Chomali

Uno de los aspectos más relevantes de la fe que profesamos es que reconocemos el mal como una realidad presente y con todo lo que ello significa. No lo negamos ni lo escondemos, sino que lo asumimos como parte de la historia, que de manera misteriosa se convierte en historia de salvación.

Así como está el mal, por cierto que también está la presencia del bien. El bien y el mal son dos fuerzas presentes no sólo en la historia y en la vida social sino que también en nuestra propia vida. San Pablo de manera magistral lo vive cuando afirma que hace el mal que no quiere y no hace el bien que quiere.

Junto a ello también está la certeza de que parte del bien y el mal es responsabilidad nuestra. Todo acto, por más privado que sea puede ser fuente de bien y de mal. Lo interesante es que esos actos no quedan en la nada sino que son juzgados por Dios. Serán nuestros actos lo que nos dará acceso, a los que hacen el bien, a la vida eterna y la gloria que significa estar junto a Dios y, a los que hacen el mal, a un lugar terrible que el Evangelista describe como “un horno ardiente”.

Dios nos toma radicalmente en serio, nuestros actos no le son indiferentes y ello debe marcar el rumbo de nuestra vida y nuestro actuar. Una de las formas más eximias de hacer el bien es tener una vida recta y al servicio de los demás, estar siempre atento a los demás y despojarse del orgullo, la vanagloria, la superficialidad en la cual a veces nos vemos envueltos. Comprender que en lo pequeño, como el grano de mostaza, se cuaja algo muy grande que da muchos frutos. En este tiempo de pandemia donde experimentamos con mucha fuerza una gran vulnerabilidad, volver la mirada a nuestros actos puede ser un gran paso de sanación y de vuelta a Dios. Pedir perdón, reparar el daño causado y confiarse a la misericordia de Dios puede ser el comienzo de una nueva vida para nosotros, para quienes nos rodean y, al final, para toda la sociedad.