18 Jun 2021

¿No te importa que nos ahoguemos? – P. Felipe Herrera

Como todos nosotros en el mundo actual, los apóstoles en el evangelio de este domingo enfrentan una crisis que los pone al límite. En medio de un agitado Mar de Galilea, a duras penas esos hombres lograban mantener a flote la barca con la que pretendían llegar a aquella otra orilla a la que los había invitado Jesús. Y mientras pensaban que todo estaba acabado, que llegaba el fin de sus proyectos, de sus anhelos, de sus vidas, Jesús dormía plácidamente. ¿Cómo podía hacerlo en medio de tal vendaval? ¿Qué le permitía conciliar el sueño en dicha circunstancia catastrófica? Ni el agua que lo salpicaba, ni la violencia del viento, ni la inestabilidad de la barca lo alteraban, al punto que tuvieron que despertarlo: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”

Esa frase, que suena más a reproche que a pedido de ayuda, fue la única oración, la sola plegaria que bajo la angustia del momento lograron dirigir a Jesús. Si no la hubieran pronunciado, tal vez el desasosiego se hubiese prolongado todavía más, porque Él reposaba en paz confiando en su Padre. Los apóstoles aún no habían hecho esa experiencia de confianza ilimitada, pero la misma crisis les permitió conocer el poder infinito de Dios, quien calmó la tormenta “y sobrevino una gran calma”.

Contemplando esta escena podemos identificarnos con el drama y la tensión, pues por más optimistas que seamos, sería difícil refutar que hoy las aguas también nos arrecian por todas partes. A las crisis social, política, económica y sanitaria, se suman las tensiones laborales y el detrimento psicológico y familiar suscitado por la cuarentena. ¿Cómo reaccionar cristianamente? 

La confianza es el camino querido por Dios, pero no como actitud pasiva y conformista, sino como verdadero grito del alma que clama al Todopoderoso con la certeza de la fe. Solo en la crisis los apóstoles llegaron a conocer la potencia absoluta de Jesús, a quien “hasta el viento y el mar le obedecen”. Nosotros podríamos pedir esa misma gracia de la confianza, para que, más allá de la resolución puntual de nuestros problemas agobiantes, nos condujera al conocimiento profundo del amor y del poder de Dios en nuestras vidas y en nuestra historia. Tal vez esa es la “otra orilla” a la que nos quiere llevar Jesús.