05 Nov 2015

Gustavo Bascuñán – Atreverse a disentir

Algunos días atrás tuve la oportunidad de encontrar en Ted.com la conferencia “Dare to disagree”, donde Margaret Heffernan da cuenta de la importancia de no evitar el conflicto. Si, conflicto. Pero aquel que se enmarca  bajo un propósito colaborativo y constructivo.

Algunos días atrás tuve la oportunidad de encontrar en Ted.com la conferencia “Dare to disagree”, donde Margaret Heffernan da cuenta de la importancia de no evitar el conflicto. Si, conflicto. Pero aquel que se enmarca  bajo un propósito colaborativo y constructivo.

De la conferencia, que dura no más de trece minutos, pude concluir dos gran ideas. Primero, el temor que como personas constantemente tenemos de confrontar nuestras ideas con otros. Nuestra necesidad por encajar con el entorno, a veces nos lleva a omitir nuestra opinión para no ser refutados ni ser considerados distintos. Por otro lado, también nos hace falta la apertura y tolerancia de atrevernos a trabajar con aquellos que percibimos tan diferentes a nosotros. Desperdiciando, en ambos casos, oportunidades de tener nuevas experiencias y visiones que podrían enriquecer nuestro trabajo y aportar nuevas soluciones a viejos problemas.

Al reflexionar sobre este concepto de “conflicto colaborativo” no me parece menor la oportunidad que estamos también desperdiciando como sociedad. Es más, mientras escribo estas líneas, en Chile se están dando distintas situaciones entre organizaciones y personas que parecen más una batalla de dogmas que la posibilidad de instaurar un diálogo constructivo, sincero, en donde distintas visiones se puedan conjugar en un objetivo común, integrando los aportes de cada quien. 

Por otra parte, en el ámbito de la empresa y el management, ya no es extraño escuchar los conceptos de responsabilidad social y valor compartido, pero ¿somos parte de organizaciones realmente responsables con la sociedad? ¿Generamos, o buscamos generar, un valor que en definitiva es compartido por distintos actores sociales? 

En el contexto en que estamos insertos, ¿qué instancias o mecanismos colaborativos hemos construido como sociedad? Al parecer, en nuestra cultura hemos privilegiado la instauración de reglas formales e instituciones a las cuales acudir cuando ocurre un conflicto, deslegitimando en parte, los espacios a diálogo. Confiamos más en lo queda por escrito que en la palabra de las personas. Nos olvidamos que detrás de cada organización existen personas y que en la mayoría de los casos, éstas tienen el propósito individual de hacer el bien. En sí, cada día vamos olvidando más la importancia del bien común, que no puede ser alcanzado si cada uno rema para su lado, sino con el esfuerzo mancomunado de todos.

En este punto, no me deja de parecer importante la necesidad de humanizar las organizaciones, en el sentido de que cada una sea el reflejo de las personas que la integran: sus creencias, valores, temores y sueños. Decidir en conjunto, promoviendo la participación en todas las direcciones, es también reconocer el valor y la dignidad intrínseca de todos los que componemos las organizaciones. Es dar espacio al “ser” de cada uno para reflejar de manera coherente un “hacer” organizacional que se construye sobre los propios valores de las personas.

Con pequeños actos individuales como el acercarnos a aquellos que nos parecen tan distintos, escuchar, incluir, valorar e incluso romper el temor de expresar una opinión que pueda ser criticada. Son pequeñas decisiones que podrían brindar frutos sorprendentes en el futuro.

Estamos llamados a “hacer lío”, nos decía el Papa Francisco el año 2013. Ir a contracorriente, navegando con los valores más hermosos de cada persona y viendo en cada conflicto una oportunidad de diálogo, de trabajar en conjunto y de atreverse a abrirnos a la experiencia y la riqueza que nos aportan aquellos que nos parecen tan distintos, o que simplemente aún no nos hemos dispuesto a conocer.

Gustavo Bascuñán
Socio USEC