09 Sep 2018

El equilibrio de las nuevas expectativas – María Angélica Zulic

Vivimos en un mundo en el que lo trascendente y espiritual se considera algo privado –o se niega de modo explícito–. Sin embargo, lo trascendente aflora, reaparece al momento en que los millennials le piden a la empresa que tenga propósitos, que tengan un “espíritu” y un liderazgo que ellos puedan admirar.

Estoy en mi escritorio. Tengo que entrevistar a un joven recién egresado de Ingeniería Comercial para un cargo como analista. La conversación sigue los caminos más o menos tradicionales de este ritual de iniciación en la vida laboral, por el que todos pasamos. Hasta que tengo que hacer la pregunta clave.

–¿Cuáles son tus expectativas sobre este cargo?

–Me gustaría tener un jefe al que pueda admirar y que valore mis tiempos personales –fue su respuesta.

Los temas relacionados con las funciones específicas y la renta pasan a un segundo plano. Si en la entrevista “tradicional”, la empresa le pone un desafío al postulante para desempeñar una labor más o menos establecida, esta respuesta honesta da vuelta la responsabilidad y pone a la empresa en la posición de llenar expectativas vitales que son legítimas. Ahora la entrevistada era yo: “¿Puede usted satisfacer estas expectativas?”

Las organizaciones en general –y las empresas en particular– están recién aprendiendo a hablar con los millennials o “Generación Y”, como se conoce a los nacidos entre los años 1980 y 2000, que se incorporan al mundo del trabajo que, por primera vez en la historia, tiene conviviendo bajo el mismo techo cuatro generaciones de personas. Pero no hay que perder de vista que los millennials también tienen que aprender a hablar con las empresas. Si bien los desafíos son mutuos, es la empresa la que debe adquirir la perspectiva adecuada y tomar decisiones en conciencia para articular estas expectativas. Con este fin es que en USEC hemos reformulado nuestro programa de mentorías para empresarios, ejecutivos y emprendedores.

Las empresas aprendieron que los millennials son altamente tecnológicos, les importa la inclusión, el tiempo personal, los resultados inmediatos, el bienestar laboral, que su trabajo sea compatible no sólo con sus gustos personales, sino que también tenga un sentido trascendente. Su lealtad no está tanto en la organización que los acoge como en los fines que ésta se propone. Si no les gustan, renuncian; si no se sienten cómodos, se van sin siquiera avisar, lo que produce un choque generacional.

A menudo, quienes llegan al mundo laboral vienen muy bien preparados desde el punto de vista técnico o práctico, pero no muestran un desarrollo equivalente en habilidades blandas.

¿Y qué tienen que aprender los millennials de las empresas? Primero, que la educación no termina con los estudios formales y que las empresas juegan un rol fundamental en la formación. A menudo, quienes llegan al mundo laboral vienen muy bien preparados desde el punto de vista técnico o práctico, pero no muestran un desarrollo equivalente en habilidades blandas tales como el trabajo en equipo, habilidades comunicacionales, tolerancia y diversas formas de liderazgo, entre otras. Además, hay toda una gama de virtudes que se potencian cuando las personas entran al mundo del trabajo: la laboriosidad, la puntualidad, la honestidad, el amor al trabajo bien hecho, proactividad, ejercer liderazgos y responsabilidades directivas sobre otras personas de modo justo, etc.

Así como las empresas valoran que esta nueva generación busque justificar la actividad empresarial en términos de bien común, trascendencia, justicia y no sólo bienestar material, del mismo modo, los jóvenes que se incorporan al mundo del trabajo van a tener que aprender a desarrollar todas estas virtudes –que podríamos considerar como condiciones de empleabilidad– que son independientes de la misión y visión de la empresa en la que trabajen. Si el propósito de una empresa no les satisface, si no les motivan los desafíos de una nueva administración y se van a trabajar a otra empresa, allá también les van a pedir esas mismas virtudes.

Vivimos en un mundo en el que lo trascendente y espiritual se considera algo privado –o se niega de modo explícito-. Sin embargo, lo trascendente aflora, reaparece al momento en que los millennials le piden a la empresa que tenga propósitos, que tengan un “espíritu” y un liderazgo que ellos puedan admirar. Y, al mismo tiempo, las empresas pueden ser lugar donde ellos puedan desplegar sus talentos, poner sus capacidades al servicio del bien común y realizarse como personas recibiendo una legítima remuneración por ello.

Publicación: El Líbero, domingo 9 de septiembre de 2018