17 Sep 2020

Con Jesús al final de la jornada – P. Felipe Herrera

Definitivamente, lo que el Evangelio de este domingo nos propone no es el mejor ejemplo de una buena práctica de incentivo laboral. De hecho, surge de modo espontáneo nuestra comprensión de la perplejidad y el enojo de aquellos empleados que, habiéndose esforzado más, recibieron la misma paga de quienes apenas trabajaron al final de la jornada. Y es que esta parábola de Jesús no busca ser una enseñanza de gestión de recursos humanos, sino una clara manifestación de la gratuidad del amor de Dios, que no entra en la dinámica de la transacción.

El Señor quiere dejar muy claro que la salvación, que sus dones, en fin, que su amor no es algo alcanzable por medio del simple esfuerzo humano, sino una dádiva de su corazón generoso. Jesús siempre sale al encuentro de aquellos que no tenemos la capacidad de “cumplir” o de estar a la altura de sus mandatos y, sin embargo, la misericordia siempre supera a la justicia. ¡Esas personas contratadas al final de la jornada somos cada uno de nosotros!

Así, a partir de esta experiencia y conciencia de ser amados gratuitamente, nuestros corazones pueden comenzar a contemplar la realidad cotidiana con los ojos compasivos de Jesús. Esto nos permitirá ver en el mundo concreto de hoy a tantos hombres y mujeres que se acumulan en las plazas a la espera de ser contratados, mientras padecen la angustia de la falta de empleo que se extiende como consecuencia de una sociedad herida por los conflictos sociales, por la pandemia, pero sobre todo por la falta de equidad.

El Señor nos mira a todos con compasión, está a nuestro lado en estos tiempos de tanta dificultad, y nos sigue animando para que, a partir de los dones recibidos gratuitamente, como la capacidad creativa y emprendedora, nos comprometamos todos en la generación de condiciones sociales, económicas y laborales para que nadie sea contratado “a última hora de la jornada”. La gracia de Dios la tenemos asegurada. Ahora Él espera nuestra colaboración que, sin duda, implicará renuncias, incomprensiones y momentos de muchísima dificultad… nada diferente de lo que Jesús mismo vivió por nosotros. Él nos marca el camino.