16 Ago 2019

Aquí no cabe el win-win – P. Felipe Herrera

Comentario del Evangelio – Domingo 18 de agosto de 2019

Evangelio según San Lucas 12, 49-53

Aquí no cabe el win-win

El evangelio de este domingo es ciertamente difícil de comprender. Si el primer regalo que Jesús nos hace tras su resurrección es el don de la paz, resulta del todo incongruente que antes hubiese anunciado «¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división».

Sin embargo, esta coexistencia paradójica de paz y conflicto solo se entiende a la luz del plan de salvación de Dios, que nos exige hacer una opción radical por Él y por su Reino. Y la ley suprema de ese Reino de Dios, cuya venida pedimos en cada padrenuestro, es la ley del amor hasta el extremo. Ese amor es el fuego que Jesús anuncia haber traído al mundo, y que quisiera que ya estuviera ardiendo. Es un amor concreto, un amor capaz de “dar hasta que duela”, y que implica renuncias por el bien común y una toma de posición clara respecto de los desafíos que plantea la vida personal, familiar, empresarial y social.

Por eso, ese fuego de amor que nos da y nos pide el Señor supone una praxis religiosa que no puede reducirse a una mera práctica litúrgica impecable, a obras de beneficencia onerosas, o a la auto complacencia de pertenecer a un selecto grupo de cristianos practicantes. De hecho, todo eso ya lo hacían los llamados fariseos que, tranquilos con su conciencia individual, creían rendir honor a Dios con una religiosidad que podía medirse y cuantificarse en asistencias al culto, días de ayuno y contribuciones al templo. En nuestra época podríamos decir que esa misma tentación existe si nos regocijamos solo por participar en la misa o rosarios diarios, o por hacer grandes donaciones a proyectos solidarios.

Siendo todo eso muy bueno y necesario, caería en un vacío enorme si no está impulsado por el amor que busca darse hasta el extremo y transformar la faz de la tierra, es decir, la sociedad, con la consecuencia inevitable de renunciar al propio beneficio para que otros ganen, tal como lo hizo Jesús. En la vida cristiana no cabe la estrategia del win-win, sino del perder la vida por los demás, ciertos de que la victoria final ya la hemos alcanzado con Cristo. Con Él sí que podemos irnos a la segura, pero sabemos que es una opción de largo plazo y no implica necesariamente un retorno inmediato.

El pasaje del evangelio nos habla del conflicto que puede generar, y que de hecho genera, en medio de las relaciones humanas la adhesión a Jesús. No a su pura doctrina, no a sus puras palabras, sino a Él mismo. Ese conflicto debiera ocurrir primero a nivel de nuestra conciencia individual a modo de interpelación. ¿Me cuestiona interiormente lo que me pide Jesús? ¿Me provoca un remezón en mis decisiones el hecho que me pida amar hasta el extremo y que renuncie a mí mismo, a mi propio bienestar en pos del bien común? Y a nivel de mi comportamiento laboral, ¿me genera algún reparo interior, alguna suspicacia su llamado a ser testigo de su amor en cada ámbito de mi vida? Si este tipo de cuestionamientos nos enciende algún conflicto interior, puede ser que ese fuego de Cristo ya esté comenzando a arder en medio de nosotros… y que, posiblemente, nos regale la paz del corazón.