Francisco Jiménez: “LAS EMPRESAS SON ACTORES RELEVANTES DE TRANSFORMACIÓN SOCIAL”
El presidente de la USEC (Unión Social de Empresarios, Ejecutivos y Emprendedores Cristianos) hasta abril, analiza el rol que tiene la empresa en el mundo actual. Enfatiza en su capacidad para construir sociedades “más justas, prósperas, solidarias y humanas”, y en el aporte para superar las dificultades actuales.
Jorge Velasco C.
Al momento de realizar esta entrevista, Francisco Jiménez Ureta estaba próximo a dejar la presidencia de la Unión Social de Empresarios Cristianos (USEC), luego de ocupar el cargo por dos años. Fundada como Unión Social de Industriales Católicos por el padre Alberto Hurtado en mayo de 1948, con el objetivo de aplicar y difundir la Doctrina Social de la Iglesia y los valores cristianos en las empresas, la institución está ad portas de cumplir 75 años con un mensaje claro y actual. “Es una obra que sigue viva. Por lo tanto, tiene que ser obra de Dios”, afirma.
La institución está formada por personas y empresas que, en palabras de Francisco Jiménez, “ponen en contexto la vida de fe de un católico en el mundo del trabajo”. Su nombre fue ampliado hace poco a Unión Social de Empresarios, Ejecutivos y Emprendedores Cristianos, dando cuenta de la amplitud que ha cobrado el concepto de empresariado. Tiene el objetivo de difundir en el ambiente laboral valores esenciales como la dignidad humana (seres creados a imagen y semejanza de Dios), el bien común (el bien de todos juntos como sociedad y de cada uno en forma individual), la subsidiaridad (dejar que los órganos menores de una sociedad resuelvan sus problemas prioritariamente) y la solidaridad (acudir en ayuda de otros).
“UNA EMPRESA QUE SE DIGA CRISTIANA O QUE SE RIGE POR VALORES CRISTIANOS, DEBE REVISAR CÓMO TRATA A LOS TRABAJADORES: SI LOS CONSIDERA COMO RECURSOS O SI BIEN LES BRINDA LA POSIBILIDAD DE DESARROLLARSE INTEGRALMENTE EN DIVERSOS ÁMBITOS QUE VAN MÁS ALLÁ DE SUS ESPECIALIDADES”
Para ello realiza actividades como el “Café con…”, que corresponde a ciclos de conversación donde se aborda la actualidad con un prisma valórico, programas de mentorías para transmitir experiencias desde destacados empresarios hacia profesionales sub 40 con aspiraciones de progreso personal, encuentros empresariales, talleres y seminarios. “Estamos convencidos de que, en la medida en que más empresas intenten y hagan sus mayores esfuerzos por incorporar dentro de su gestión los valores del pensamiento social cristiano, van a ser mejores. Y en la medida en que haya mejores empresas, Chile será un mejor país”, comenta.
Ingeniero Civil Mecánico de la Universidad de Santiago de Chile, con un MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez y egresado del programa PADE de Alta Dirección de Empresas de la Universidad de Los Andes, luego de tener diversas experiencias profesionales, Francisco Jiménez llegó en 1994 a Pimasa, empresa destinada a la entrega de soluciones integrales e insumos para la industria y la minería, donde en la actualidad es socio y gerente general.
Se unió a la USEC con la idea de llevar su fe al mundo del trabajo. Los primeros pasos en este camino, sin embargo, los dio al incorporarse a la Fundación Generación Empresarial, que busca promover la integridad en las organizaciones. Y después continuó en Acción Empresas, orientada a mejorar la calidad de vida y del planeta a través de la sostenibilidad. “Todo lo que está pasando en el mundo –afirma– en términos de cambio climático es impactante. Es increíble que el ser humano todavía no actúe ni se dé cuenta del peligro que tenemos al lado”. Después se incorporó al Consejo de la USEC, formó parte de varios directorios de la organización y en abril de 2021 fue elegido su presidente.
BUENOS SAMARITANOS
Durante los últimos años, la USEC ha recogido las enseñanzas vinculados con el mundo del trabajo, a partir de encíclicas como Caritas in Veritate (Benedicto XVI, 2009), Laudato si’ (Francisco I, 2016) y Fra telli Tutti (Francisco I, 2020) y la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (Francisco I, 2013). “Por primera vez en la historia de la Iglesia y su relación con el empresariado, se dice que hay una ‘noble vocación’ de ser empresario”, destaca Francisco Jiménez.
Se trata de poner a las personas al centro. En este sentido, a través de la USEC, las empresas y empresarios de cualquier tamaño –desde el pequeño emprendedor hasta los grandes ejecutivos– recogen los conceptos del economista italiano Stefano Zamagni en cuanto a la responsabilidad pública de estas corporaciones.
“Antes, basándose en el economista Milton Friedman, se decía que la única misión de la empresa era maximizar la utilidad de sus accionistas. No obstante, hoy día se habla de su rol y su inserción en el tejido social. Debe cumplir con un buen producto y servicio, que realmente sirva a la sociedad; ofrecer un buen trabajo, con un salario justo y que entregue dignidad y desarrollo a las personas y sus familias; y obtener buena riqueza, es decir, que esta sea adquirida de una manera adecuada y sea bien distribuida”, explica el (ex) presidente de USEC.
¿Por qué se da en Chile que se ve al empresario como “el malo de la película”?
Eso no solo se da en Chile, sino que es algo global. En la historia de la humanidad ha habido malos empresarios que han cometido errores y que han sido muy publicitados. Pero también ha habido muchas acciones muy caritativas por parte del empresariado que no salen a la luz muchas veces. Existen muchos empresarios y empresas que lo hacen bien.
En “Fratelli Tutti” se habla de ser buen samaritano. Al llevar eso al ámbito empresarial, hay que preguntarse quiénes somos nosotros, los ejecutivos y los emprendedores, en esta parábola. ¿Somos el que pasa de largo, el que ayuda o la hospedería que recibe al herido? En muchos casos, la sociedad ha interpretado que el empresario es el que sigue de largo. Pero hay muchos que nos sentimos llamados en esa parábola a ser o el buen samaritano, que usa su plata para ayudar al necesitado, o también la misma hospedería que lo recibe y lo ayuda a sanarse.
¿Cómo puede marcar la diferencia el empresario cristiano en el contexto actual
Principalmente, es un llamado interior a ser consecuentes con nuestra propia fe. Si seguimos a Cristo y no ponemos en práctica lo que dice su enseñanza, tenemos un conflicto. Luego, tiene que haber un cambio en el día a día y en las acciones que uno toma en la empresa. Una compañía que se diga cristiana o que se rige por valores cristianos, debe revisar cómo trata a los trabajadores: si los considera como recursos o si bien les brinda la posibilidad de desarrollarse integralmente en diversos ámbitos que van más allá de sus especialidades.
También debe preocuparse de sus familias. Cuando vino el estallido social, muchas empresas se dieron cuenta de que no conocían a sus trabajadores, en términos de saber realmente quiénes eran esas personas: donde vivían, cómo estaban constituidas sus familias y qué obligaciones tenían. Las empresas hoy día están entendiendo un poco más esas realidades.
“ESTAMOS CONVENCIDOS DE QUE, EN LA MEDIDA EN QUE MÁS EMPRESAS INTENTEN Y HAGAN SUS MAYORES ESFUERZOS POR INCORPORAR DENTRO DE SU GESTIÓN LOS VALORES DEL PENSAMIENTO SOCIAL CRISTIANO, VAN A SER MEJORES”.
Estamos viviendo un presente marcado por fenómenos como la delincuencia y el narcotráfico, los cuales limitan la actividad empresarial. En este contexto, ¿cómo pueden contribuir los empresarios a mejorar la situación?
Estuvimos con el Papa Francisco en octubre del año pasado junto con la UNIAPAC (Federación Internacional Ecuménica de Empresarios Cristianos) y nos decía que la actividad empresarial tiene una característica común: la creatividad. El Papa llamaba a usarla para innovar en la manera de hacer las cosas y no quedarnos conformes con lo que hay.
Lo que pasa en Chile también sucede en otros países. Hay una sensación de incomodidad y, en muchos casos, de enojo y molestia frente a la manera en que nos organizamos como sociedad. Eso hace que aparezcan críticas frente a todo: la política, la economía, la educación, las empresas. Se piensa que hay que hacer todo de nuevo, lo que conlleva ciertos riesgos, porque si se piensa en refundar todo y no se tiene un plan de cómo hacerlo, entonces no se va a ningún lado.
¿Cuál es el rol de los empresarios en este contexto?
Las empresas y los emprendedores estamos siempre desafiados. Nosotros en la empresa tenemos que ver el vaso medio lleno. Cuando hay un problema o un desafío, este siempre viene acompañado de una
oportunidad. Esa es la primera mirada: ser optimistas en el pesimismo global. Lo segundo es que, si se hace un análisis crítico de este malestar, hay dos posibilidades: decir que no hay razón para estar enojados o hacer un trabajo de autocrítica serio y decir que se pueden hacer las cosas mejor.
Nosotros en USEC estamos convencidos de que el discurso que tenemos hace 75 años apunta a resolver estos enojos y molestias. En la oración de USEC decimos “te ofrezco mi esfuerzo para la construcción de una sociedad más justa, próspera, solidaria y humana”. Si dichos valores se aplican en la sociedad, esta va a estar mejor. Esa es la manera en que el empresariado tiene que colaborar y contribuir. Si, en cambio, el empresario se asusta, se encierra en sus propias rejas y sigue produciendo, apurado, mientras dura la cosa, se va a equivocar. Acá lo que hay que hacer es abrir las puertas, salir a la sociedad, tener comunicación con lo que ocurre en el entorno y ser parte de la solución. Las empresas son actores relevantes de transformación social, para bien o para mal. Entonces, es muy importante este llamado a ser mejor empresa y contribuir a una mejor sociedad.
Entrevista publicada en la edición 122 de la revista Apóstol en Familia, de abril de 2023.