21 Oct 2024

Llegó la hora de la confianza: del diagnóstico a la acción – Enrique Cruz

La última década ha sido marcada por una profunda crisis de confianza. Por de pronto, sólo en este mes ya van dos jueces destituidos por actos de corrupción. Durante todos estos años, nos hemos obsesionado con tantos diagnósticos oscuros y cifras que dan cuenta de una situación límite, preocupante y dolorosa para todos los chilenos, especialmente desde el estallido social, que hace dos días cumplió cinco años. La desconfianza ha permeado todos los rincones de nuestra sociedad, con una crisis en los líderes, en las instituciones, en la política, en la justicia e incluso en las empresas, que debieran ser motores del desarrollo y progreso. La desconfianza nos afecta a todos: Nuestra convivencia se ha teñido del no creer en el otro. Qué fuerte es darse cuenta de que esa forma es tan dañina y perversa para todos. Debemos reconocer que esta actitud erosiona nuestras relaciones.

Sin embargo, en toda crisis hay una luz de esperanza. El camino no es sencillo, pero tenemos la convicción de que es necesario proponer conductas concretas para comenzar a reconstruir la confianza en nuestra sociedad. Ése es el tema que quisimos relevar en el Seminario Anual USEC, que realizamos hace poco más de una semana: “Llegó la hora de la confianza: del diagnóstico a la acción”.

Si bien la confianza es connatural al ser humano, es una decisión. Decidimos ponernos en las manos de otros porque suponemos que lo que harán serán buenas acciones. Terminar con la desconfianza es difícil, pero decidir intentarlo es un deber. Intentemos reconstruir la confianza poco a poco, sin esperar resultados inmediatos, sabiendo que cada pequeño esfuerzo cuenta. La confianza no se construye sólo con palabras, sino que con acciones concretas y coherentes que demuestren nuestro compromiso con el otro y con el bien común.

En este contexto estamos llamados a ser protagonistas en la restauración de la confianza, aportando desde nuestras empresas y organizaciones, y sobre todo desde nuestras vidas personales. Esto implica asumir la urgencia de mejorar nuestra coherencia de vida, ser más consecuentes entre lo que proponemos para los demás y lo que vivimos en nuestra vida personal. La confianza, finalmente, nos requiere a todos, es una tarea colectiva. Desde los grandes empresarios hasta los pequeños emprendedores, pasando por los colaboradores, familias, proveedores y clientes. Desde las mesas directivas hasta las oficinas, talleres y fábricas. Desde el mundo público hasta el mundo privado.

Esto requiere comenzar por lo micro. Partamos por conversar con quienes piensan distinto y disponernos a un debate razonable y honestoEn nuestras familias, colegios, barrios o empresas, debemos fomentar espacios de diálogo y escucha activa, donde cada voz pueda ser escuchada y valorada. En la empresa es importante promover instancias que permitan valorar las ideas de los colaboradores, quienes además de realizar un trabajo, requieren de oportunidades para desplegar sus talentos.

Confiar exige mirar hacia el futuro y el error está en quien mira el pasado. Si sólo miramos los errores del pasado, no avanzamos. Llegó la hora de poner los medios para confiar en el otro, de mirar adelante convencidos que un ambiente de mayor confianza disminuye los costos y genera prosperidad para todos.

El llamado a la acción no es sólo esperar nuevas leyes ni mejores políticas, sino que implica mirar al interior de nuestras propias organizaciones. Debemos ser consistentes, construir culturas organizacionales donde se respete la dignidad de cada trabajador, donde se fomente la confianza interna y donde la solidaridad sea más que una palabra, sea una práctica diaria hacia adentro de la empresa y hacia la comunidad que espera. Tenemos la oportunidad de dar un paso adelante. Construyamos empresas de las que todos los chilenos nos sintamos orgullosos de ellas. Porque como bien sabemos, una sociedad con confianza es una sociedad que puede crecer y prosperar.

Columna publicada en El Líbero el domingo 20 de octubre de 2024.