06 Jun 2024

Meditación para la Fiesta del Sagrado Corazón – P. Carlos Irarrázaval

Reflexión correspondiente a la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

Hoy la Iglesia nos invita a celebrar la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Siempre se realiza un viernes, donde contemplamos el misterio de la Cruz, rezamos los misterios dolorosos del Rosario. Así como el domingo se nos invita a contemplar la Resurrección de Nuestro Señor, los viernes se nos invita a contemplar la crucifixión.

Pero hoy la Iglesia, que es Madre, una vez terminado el tiempo Pascual, quiere invitarnos a contemplar de una manera gloriosa el misterio de la muerte de Nuestro Señor. La devoción al Sagrado Corazón se nos regala a partir de revelaciones privadas que, Santa Margarita María, primero, y, más recientemente, Santa Faustina, han recibido como gracia de Dios. Jesucristo se les ha manifestado con su corazón abierto y traspasado, con las señales de la Cruz en sus manos y pies, y en su costado abierto, del corazón desgarrado brotan fuego y rayos de amor y misericordia.

“No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”, “Y ustedes son mis amigos”, nos dice el Señor con cariño. Es bueno hoy día repetirlo en un mundo de competencia, de búsqueda de éxito a como dé lugar, de “agarra Aguirre”, como diríamos en buen chileno…

El Señor nos descoloca, porque su triunfo se da en la Cruz; lo que para muchos sería un fracaso es signo de su amor radical. Por odio lo llevaron a la muerte y muerte en Cruz y Él no arranca de entrega en favor nuestro, para nuestra salvación. Así aprendemos desde chicos.  

No calza en los criterios del mundo actual, ni de la economía, darse por entero sin exigir nada a cambio. En este mundo individualista y meticuloso que en todo busca ganancia, no se entiende cómo se entrega a toda la humanidad sin medir cuánto recibirá a cambio. Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre, su amor infinito no se cansa, se entrega en favor nuestro para nuestra salvación también hoy y con nombre, lo hace por ti y por cada uno de nosotros.  

Cuánto quisiéramos que en el mundo de la empresa, formado por personas que a distintos niveles y con distinta expertise se unen con un mismo fin para producir y emprender, puedan gozar de ese don de Dios que brota del corazón humano capaz de amar y ser amado.

Ojalá siempre en el ambiente productivo se trabajen las relaciones humanas sanas de colaboración y servicio, en donde todos, de cara al bien común, aportan lo que saben para poder hacer el bien a los demás. Ése debe ser nuestro Sello de Calidad.  

Lamentablemente el pecado mancha y sigue dejando su huella de discordia y desconfianza que rompe el vínculo de la capacidad de amar pasa eso en el ambiente laboral. El trabajo en común, las ganas de servir, chocan con el querer servirse del resto. Eso hiere la convivencia y nos degrada en nuestros valores humanos. 

Esta fiesta del Corazón de Cristo, abierto y traspasado, nos interpela e invita no sólo a sabernos amados por Dios sino también a imitarlo en su modo de Amar. 

Esta devoción a partir de la aparición a Santa Margarita María también tiene una dimensión de reparación. Todos nosotros tenemos el deber de reparar en el tejido social y empresarial las huellas de pecado que en medio de nosotros se han dado. No dudemos en hacer las cosas mejor para restaurar las confianzas. Cuando se ha fallado y herido a la sociedad a la que se quiere servir a través del emprendimiento que realizamos, luchemos por hacer las cosas mejor, para servir a los que esperan de nosotros lo mejor, cuando se esfuerzan por obtener lo que producimos. 

En nuestra línea de control de calidad, tenemos que poner un sensor capaz de mirar si lo que hacemos está al servicio de quien lo aprovechará, ¿le servirá para lo que espera? Se necesita esa sincera expresión del amor humano al servicio de la humanidad en medio del mundo productivo. El sentido último de cualquier emprendimiento que quiere solucionar un problema humano debe ser el Ser Humano que se beneficiará con la solución que propongo. El que sea feliz porque tuvo cómo enfrentar el problema concreto que tenía.

Pidamos al Sagrado Corazón en esta fiesta que se nos regala, que nos ilumine para poner el corazón en las cosas que hacemos, siempre con una mirada de servicio. Hemos recibido dones de parte del Señor para ser los que somos, estemos dispuestos a compartirlos con los demás para que el beneficio aproveche a muchos. Reparemos así el tejido social herido por el pecado en donde el egoísmo y la confrontación nos lleva a una competencia salvaje, que muchas veces nos deshumaniza y hiere. 

Pidamos al Señor no dé la valentía para poder terminar con los círculos viciosos que nos deshumanizan quitándonos el don más precioso que él nos compartió, “a imagen suya nos creó”, “iguales en dignidad nos creó”. Sin duda en la capacidad de amar, nos vemos creados a su imagen y semejanza, esa es el signo claro que nos diferencia del resto de la creación, nos pone en un lugar particular en medio de ella. Que la capacidad de amar sea nuestro timbre, nuestro sello, en la línea de control de calidad de todo lo que hacemos. Busca ese sensor que te lo delate.

El Señor que nos enseña con su vida sea nuestro maestro día a día para poder llevarlo a cabo. Encomendémosnos a Él.

Sagrado Corazón de Jesús

En Voz confío.