08 Nov 2019

La crisis social es reflejo también de una crisis espiritual – P. Osvaldo Fernández de Castro

Comentario del Evangelio – Domingo 10 de noviembre de 2019

Evangelio según San Lucas 20, 27-38

La crisis social es reflejo también de una crisis espiritual

El evangelio de este domingo contiene una importante pregunta sobre la resurrección y la vida. Nosotros, cristianos, tenemos la certeza de que el Señor se encarga de la vida eterna, pero nos deja a nosotros la tarea de encargarnos de la vida antes de la muerte. Por eso no podemos mirar
tranquilos el “más allá” sin hacernos cargo del “más acá”.

Para el cristiano, el mundo presente es una urgencia, pues es el lugar donde debemos vivir la vida en plenitud. Y Cristo nos enseña que esa plenitud de vida pasa por reconocer al otro como hermano: amarlo y caminar juntos.

El estallido social que vivimos en este tiempo es un fuerte llamado de atención respecto a la forma de vida que hemos ido cultivando. Nos hemos preocupado en demasía de “lo mío” y “los míos”, eliminando de la ecuación de nuestra vida al “otro”, sobre todo a aquel que en Cristo ocupa un lugar central en su corazón: al más pobre, al excluido que vive en las periferias existenciales. Es cierto que vivimos con mayores comodidades, pero vivimos más estresados, más solos y menos felices. Esta no es la vida plena que nos ofrece Cristo.

La crisis social es reflejo también de una crisis espiritual, pues al reemplazar a Dios por el éxito económico y el bienestar nuestra vida deja de ser trascendente. Al olvidar que tenemos un Dios que es Padre nos dejamos de reconocer como hermanos. La tarea de la vida, que es compartir lo que somos y tenemos, se convierte en un competir con el otro, aprovecharse del sistema y abusar del más débil.

Que la renovación tan necesaria de nuestra convivencia en sociedad sea una oportunidad para llenarnos de Dios en nuestra forma de vida y de relacionarnos, que nos llenemos de trascendencia, que nos reconozcamos como hermanos y caminemos juntos, haciendo de nuestra sociedad una presencia del Reino de Dios. En definitiva, que podamos llenar nuestra sociedad de la salvación que Cristo nos ofrece: vida plena hoy y vida en Dios mañana.