11 Nov 2019

Vocación empresarial en tiempos de crisis – Sergio Merino

Si hay algo que hemos constatado en estos días de violencia e incertidumbre, es lo mucho que dependemos de que otros puedan hacer su trabajo y que dábamos por descontado. Y si hay algo que caracteriza a la violencia, es que afecta más a los más débiles, y esta afirmación también es válida en el campo económico. En esta columna quisiera proponer algunas acciones concretas que, como empresarios, podemos abordar en esta situación.

Debemos tener una preocupación especial por aquellos colaboradores cuya remuneración tiene un gran componente asociado a cumplimiento de metas(ventas, producción y similares), ya que las más de 3 semanas de desorden público han generado una caída importante en sus remuneraciones. Considerando la realidad de cada empresa, se deberían procurar medidas para enfrentar esta situación.

El trastorno del sistema de transporte público en Santiago genera un incremento importante en los tiempos de viajes de muchos de nuestros trabajadores. En una entrevista radial, el Subsecretario de Transportes comentaba que un viaje de 30 minutos en Metro (Puente Alto – Tobalaba), se ha transformado en un viaje de una hora y media en bus, y con múltiples transbordos. Esto significa que estas personas deben destinar dos horas más al día para ir y volver a sus trabajos. En la medida de lo posible, intentar paliar esta situación con la contratación de buses que permitan disminuir los tiempos de viaje, tal como varias empresas ya lo han puesto en práctica.

Así como las asociaciones gremiales, CORFO y otras instituciones dependientes del Ministerio de Economía se han articulado para prestar apoyo a las Pymes, de la misma forma las empresas tenemos que pensar en red y actuar de modo tal que se mantenga la cadena de pagos, y que los productos y servicios lleguen a los clientes y consumidores. Desde USEC llamamos a todos los empresarios a dar continuidad a la cadena de pagos. Las empresas que tienen las espaldas financieras suficientes deben ayudar a sostener la continuidad del servicio de sus proveedores, en especial de las empresas pequeñas y medianas, que son la mayor fuente de empleo de nuestro país.

Me preocupa que se extienda la creencia de que protegemos nuestra empresa retrasando los pagos y no ver que ese modo de pensar nos perjudica a todos. En otras palabras, que funcionemos con una definición estrecha de lo que significa el éxito en la empresa. Tal como es habitual escuchar que una mentalidad empresarial cortoplacista y enfocada sólo en las ganancias es una perversión del sentido de hacer empresa, del mismo modo es un error creer que el éxito de una empresa radica en su interior. El éxito no lo alcanzamos solos; si no aporta también a otros, no sirve. En el fondo, nadie es exitoso solo, y “no existen empresas exitosas en sociedades fracasadas”, como recordaba Stephan Schmidheny.

El mejor ejemplo de que el éxito de una empresa está fuera de ella, está en que sus productos verdaderamente ayuden a mejorar la vida de otros y favorezcan su bienestar. Está en brindar buenas condiciones laborales y sueldos justos que permiten alcanzar una vida buena a nuestros colaboradores y también a sus familias. Está en construir y mantener relaciones de colaboración y sana competencia con otras empresas; en la activa participación de los líderes empresariales en instancias gremiales; involucrarse decididamente en el bienestar de la comunidad y el cuidado del medio ambiente. Todas ellas son responsabilidades de la empresa, y lo que hemos visto estas semanas es que el rol social que juega es más necesario que nunca.

Como empresarios cristianos debemos hacer un esfuerzo por superar la incertidumbre y tomar medidas que contribuyan al bien común, tanto al interior de nuestras empresas, colaboradores y sus familias, como para con la comunidad, con acciones concretas, como las que propongo en esta columna. En este Mes de María, qué mejor que encomendarnos a la Virgen del Carmen, para que “encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad; que nos colme de alegría, en medio de las tribulaciones de esta vida, y de esperanza para el porvenir”.

Al terminar de escribir esta columna, me entero del vandalismo que afectó a la Parroquia de la Asunción, a raíz de una manifestación “pacífica” en Plaza Italia. Nada justifica tal acto de barbarie, y todos, creyentes y no creyentes, debemos condenarlo enérgicamente.

Publicación: Domingo 10 de noviembre, en El Líbero.